1.11.09

fermat

resulta que tengo una obsesión -o algo así- con los números primos. no sé bien porque, pero me encantan. o no se siquiera si me encantan. sí en verdad. bueno, la cosa es que necesito fijarlos en todo. procuro que el número que dependa de mi arbitrio llegue a ser uno primo. sitúo el tiempo del microondas en un número primo y lo detengo en un número primo. pongo la hora de la alarma del celular en un número primo, y tengo adelantada la hora en 7 minutos. procuro caminar paso primos antes de llegar a mi casa, y que todo lo que ingrese a mi boca y pueda ser humanamente cuantificado, calce en un número primo.
el asunto es que, proseguía en mi -primitiva- cotidianidad, y un día recibí una señal.
la señal vino en forma de meteorito.
no, broma. en verdad fue una cosa que me pasó caminando con el alberto.
estabamos caminando por 11 de septiembre -primo. yo, claro, dichosa-. y me tropecé al tercer paso cruzando la calle. a decir verdad, el tropiezo terminó en caída. caí al tercer paso. y por poco un auto -patente terminada en 4793- me pasa por encima. lo que me salvó fue un grupo de tres jóvenes, que junto con alberto atinaron a levantarme y alertar al auto para que se detuviera. cada uno de ellos hizo algo para evitar que yo fuese arrollada. eran cuatro. ¡cuatro!. a alberto -uno- se habían adicionado tres -tres-, sumando así, cuatro -4-. y me habían salvado de casi morir atrpellada por un auto primo, y todo además por mi afán primista. mi mente se apretujaba y expandía tratando de hacer calzar esto pero no había por donde. dos números primos se habían sumado, dejando de ser primos, y me habían salvado.
y me di cuenta así que toda mi vida -considerada lo que mi memoria conciente abarca-, había estructurado todo en torno a números primos por una incapacidad de aceptar que la vida es más que disparidades.
así que la revelación trastocó toda mi existencia y forma de percepción. mis principios vitales no tenían sentido ya bajo números naturales cuyos únicos divisores fueran el mismo y el uno. en mi vida ya no tenía cabida tal individualidad.
debía buscar otro vector, pero era difícil llegar a algo tan magnifiscente como mis antiguos números primos. y que no estuviese fundando en tal egoísmo, claro. es así como llegué a los fractales. divisibles al infinito.
maravillosos.
aunque tratar de fractalizar todo en mi vida resulta algo más complejo y dificultoso que con los números primos, definitivamente siento me he convertido en una mujer más magnánima y feliz.