el refrigerador me empezó a hablar un día jueves. lo recuerdo bien. eran como las 6 de la tarde, estaba sentado revisando unas cuentas y escuché un carraspeo. miré alrededor y confirmé que no había nadie. mi familia se había ido por unas semanas a la playa, yo tuve que quedarme por el trabajo. volví a mis cuentas y escuché denuevo un carraspeo, como quien se limpia la garganta para hablar por primera vez, y escuché un ¿cómo va? claro y metálico desde esa parte de la cocina. atónito me puse de pie, y pensé había alguien escondido, pero no se oían más ruidos que el vibrante zummm de las luces.
luego un está difícil la cosa ah... lo noto por las compras cada vez más escuálidas.
no había nadie ni lugar para esconderse por la cocina. la voz metálica provenía del refrigerador. lo abrí, como por si hubiese alguien adentro, pero sabía que era casi imposible -lo había abierto hace media hora para sacar unos tomates-. además, no era tan grande como para albergar una persona. pero había que terminar con las dudas.
y claro, no había más que otros tomates, leche y unos restos de comida del día anterior.
me senté denuevo, pensando que sería el cansancio, el estress o los remedios que me habían recetado para estos combatir.
"Efectos secundarios: jaquecas, somnolencia, oír voces de los electrodomésticos". era posible, con cada cosa que pasa con los remedios. pensé le tendría que preguntar al doctor, o quizás reducir la dosis.
y volví -nuevamente- a las cuentas... sí estaba difícil la cosa en verdad.
apenas nos alcanzaba para las compras y pagar las deudas. yo me había tenido que quedar trabajando para poderle pagar a mi suegro las cuotas de la lavadora, que la había sacado con su tarjeta.
y de nuevo la voz metálica, que ahora me espetaba directamente si ya van a mejorar las cosas, eduardo. es cíclica esta cuestión. hace dos años fue lo mismo; tuvieron que apretarse el cinturón unos meses y luego pasó.
no quedaba duda: o deliraba o el refrigerador me estaba conversando.
probé entonces responderle, y ante mi sí... ojalá que pase pronto no más, la metálica respuesta: así va a ser, pierde cuidado. además, la ceci ya encontrará pega, yo creo la llamaran dentro de estos días, ¿no lo crees?.
y yo, incapaz de balbucear siquiera un alarido, salí despavorido de la cocina.
me quedé sentado al otro lado de la puerta a ver si oía algo, y nada. estuve paralizado hasta que oscureció, y osé entrar denuevo. ya con la cabeza más fría y el corazón latiendo a un ritmo más normal. denuevo, echándole la culpa a los remedios o a desvaríos.
el zummm de las luces -que claro no apagué en mi huída del refrigerador- y nada más reinaba en la cocina. recuerdo que me dije probemos denuevo, si debo haberlo imaginado. claro claro, ¿cómo el refrigerador va a saber que anduvimos con problemas de plata hace dos años? ¿y que la ceci está buscando pega?.. -y dándome cuenta de lo orate de tales cuestionamientos- ¿cómo va a haberme hablado el refrigerador?. si lo imaginé, lo imaginé..
¿hola? -no se me ocurrió nada más inteligente que decir-. hola. ya no me quedaban dudas, algo -mi cabeza o el refrigerador- me hablaba. y más valía conversar que seguir ignorándole.
y así empezó nuestra… ¿relación?. pasábamos horas conversando, me aconsejaba, escuchaba y siempre tenía palabras precisas que decir. parecía que me conociera de toda la vida, y un poco así era, si lo había traído conmigo de la casa de mis papás.
me levantaba más temprano cada día para prolongar el desayuno antes de irme a la pega, volvía a almorzar a la casa y apenas terminaba mi jornada entraba a la cocina a mantener de esas largas e intensas charlas. su voz no me sonaba ya metálica sino cálida, afectuosa y llena de sentido. tenía un sentido del humor excelente, reíamos y recordábamos momentos que mi memoria había omitido, ¿te acuerdas de la vez que celebraste tus 17 años y infiltraste en el inmaculado ponche de tu madre 2 litros de vino? y ella, ingenua, se andaba preguntando porqué hasta el pipe andaba tan dicharachero… ¿cómo lo había olvidado?. fue un lindo período, ¿cierto? pero no sé en que andará el pipe ahora, ya nunca hablo con mis excompañeros…
mi vida pareció cobrar un nuevo –e inesperado- sentido. recuerdo que hasta en la pega me comentaban que parecía andar flotando, y me embromaban de que sería estar sin la doña –¿y quizás con alguien?- lo que me tenía tan plácido y contento. pero la verdad es que de la ceci apenas me acordaba. nos pegábamos un par de telefonazos cada ciertos días para ver como andaba todo. ¿sin novedad? no, nada fuera de lo usual... de la pega a la casa. su estadía en la playa se prolongó un par de semanas más –el arrendatario les dejó quedarse por el mismo precio-, así que compartíamos sin interrupción ni intromisiones ajenas.
pasaron los días y la llegada de la ceci y los chicos era inminente. temía que no me comprenderían, que no nos entenderían, que se lo llevarían de aquí. lo hablamos mucho y, como siempre, sabía tranquilizarme y alejar de mi las angustias si no nos entienden es porque no te quieren y no te conocen… como yo. las cosas más insospechadas pasan y nos cegamos ante ellas, por temor a lo que no conocemos. la ceci es sensata, y es una buena persona. seguro entenderá... pero si crees que realmente no, tienes que ver que es importante para ti y qué hacer al respecto. de nada sirve angustiarse en vano.
lo pensé largamente, no era un tema fácil. estaba conciente de que no era algo normal –o por lo bajo, usual- conversar con el refrigerador, o tener ya sentimientos hacia el. por algo no lo había comentado con nadie. esto para mi tan trascendente, iba a ser a ojos de otros, demencia.
la ceci llega mañana. ¿qué hacemos? y con calma me contestó tu ya sabes que hacer, creo que ya tomaste la decisión… y sabrás que, sea lo que sea, cuentas con mi apoyo.
no me quedó ya duda. ese mes y algo había significado para mi mucho más que cualquier otro. yo me sentía distinto, miraba y sentía todo de modo diferente. sentía un coraje que jamás creí poder tener. sabía lo que tenía que hacer. la decisión está tomada. y tenía su incondicional apoyo, no necesitaba más nada.
así que hice todos los preparativos. tenía el lugar, todo lo demás podíamos solucionarlo juntos en el camino. apenas eché un par de cosas en mi bolso. todo lo demás me parecía insulso y carente de importancia.
le expliqué el plan, a lo que, consecuente con sus palabras, concordó con aplomo. 3 horas después ya estábamos camino a nuestro refugio, esperaba llegáramos antes de que anocheciese para instalarnos bien, que no sabía que podía pasarle tanto rato sin su suministro vital. llegamos sin más inconvenientes que las interrogantes –que diplomáticamente evadí- del chofer del camión acerca de un tipo que se mudaba sin más que un par de pilchas y un refrigerador.
esa noche sentí por fin que no podía haber más felicidad que aquella. tendríamos todo el tiempo del mundo, y ninguna explicación que rendir.
a las 5 de la tarde del otro día llegó mi familia. la casa estaba vacía, y en la cocina no había más sonido que el vibrante zummm de las luces.
1 comentario:
otros dos rescatados.
(los cuentos)
Publicar un comentario